Irrumpió en un acto del Partido Popular increpando a Rajoy. Así fue como conocimos a Lagader Danciu. Un hombre que se autodenomina como ”gay, rumano, gitano, ateo, vagabundo y okupa que viaja sin destino”. Pero que realmente es mucho más. Esta definición oculta a un hombre de 35 años de profesión educador social y que además está licenciado en Sociología por la Universidad de Bucarest.
No es el típico sintecho, en ninguno de los sentidos. No estamos ante una persona que ha acabado en la calle por dificultades económicas o, en el peor de los casos, por el alcoholismo o los problemas mentales. Danciu lo hizo por decisión propia y convicción personal. Así lo decidió cuando luchaba por mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos, una peculiar forma de activismo social de la que Danciu ha hecho su bandera.
Atípico en todos los sentidos, porque Danciu se crio en un orfanato después de que sus padres le abandonaran, y hablamos de una de las épocas más oscuras de Rumanía, la época de Ceaucescu. Una infancia dura en la que contó con la ayuda y la comprensión de una profesora que consiguió que eligiera el camino correcto.
Huyó de su país, por la homofobia. Llegó a España y se asentó primero en Huelva y luego en Sevilla. Allí trabajó como educador social e intérprete de la policía antes de dar un giro radical a su forma de ver la vida y de actuar.
Ahora es conocido por “reventar” actos políticos de todo color y partido y tiene abierto un proceso por desobediencia a la policía. Pero este hombre fue candidato a la dirección de Podemos en Sevilla. Toda una paradoja.
Después de su “aventura” política, Lagarder Danciu se ha reafirmado en su decisión de vivir en la calle para ayudar a los que lo han perdido casi todo, concienciar al resto de los ciudadanos y denunciar la criminalización de la pobreza.