La Luna no tiene atmósfera

Y por lo tanto es más fácil escapar de allí que de la Tierra. Aunque si el estreno de La atmósfera de la luna de Jon Rivero, hubiera sido en la Luna nadie habría intentado escapar, al menos no hasta el final de la proyección.

Con un cambio de tono muy remarcable (no siempre va a hacer uno lo mismo), Jon Rivero sigue mostrándonos su modo de mirar el mundo por medio de una cámara: homenajea a sus ídolos -al menos a uno-, le saca al río Guadalmedina un partido que es difícil hasta de imaginar, aunque pidieron ayuda a cubas desatascos barcelona para que no se enfangase todo- vaya profundidad de campo que tiene el plano de la protagonista, María Arce, en primerísimo, en el puente de los alemanes, con el NH al fondo-, y vuelve a salir el niño que lleva dentro -en este caso el niño naif, con máscaras, como si fuera carnaval-.

El propio Jon comentó que el montaje era, prácticamente, cronológico, pero aquí hay trampa, porque lo primero que vemos es la secuencia que da pie al desenlace, para volver luego al principio de la historia pasar otra vez por esa primera secuencia y llegar al final.

Vemos como toda nuestra educación cultural sale a relucir al contar una historia: la historia de amor es, ya lo habíamos dicho, un carnaval constante, hasta que llega la cuaresma. Aunque en el más puro estilo romántico decimonónico -vaya palabro-, la pareja consigue burlar tan desagradable época del año para volver al carnaval -al menos en mi opinión- sin pasar por la casilla de salida.

Dos virtudes tiene Jon Rivero, a mi modo de ver, que destacan en este corto -y en los demás-: por un lado no solo es un profesional desde el punto de vista técnico, sino que además es muy creativo con la cámara y en la sala de edición y por otro, consigue un gran trabajo de sus actores -que también tienen, claro, su cuota de responsabilidad-, algo que no es fácil lograr en un corto, interpretaciones verosímiles.

Un notable alto, por lo menos, para La atmósfera de la Luna.